Carta a un héroe: Conocí a una mujer hermosa y elegante a la edad de tres años a la que comencé a llamar abuela. Recuerdo su dulce voz gritando mi nombre para ir a cenar o para ponerme el abrigo para ir al parque. Suavemente me acarició el cabello y me cuidó. Ella me enseñó a orar y leer las Escrituras y constantemente me recordaba que mi padre celestial estaba allí para enseñarme y llevarme a lo largo de la vida. Me acompañó a la escuela y me ayudó a aprenderme las tablas del tiempo sentándose a mi lado y enseñándome una canción para ayudarme con la retención porque me resultaba difícil recordar. El sonido apacible de su voz siempre me hizo compañía en los momentos más difíciles. Ella se convirtió en el trampolín en mi vida que evitó que me desviara del camino. Los recuerdos se derraman en mi corazón recordando sus enseñanzas y río y lloro al recordar las anécdotas que compartimos. Ella era mi factor protector, el que me unía cuando ella no estaba. Cuando me miré en el espejo y vi los moretones y el color pálido en mi rostro desde entonces supe que aunque mi presente era sombrío podía cambiar mi futuro, entonces supe que estaba llamado a servir y ayudar a otros como yo, estos son mis lazos profundos con el trabajo social. Desde entonces, ahora mujer adulta, he mantenido su ejemplo cerca de mi corazón al hacer lo que hago hoy como un graduado de MSW y CSW. He marcado mi camino para ayudar a otros que comparten experiencias similares a las mías. Agradecido por todo lo que me han dado y por todos los mentores y seguidores que tengo y he tenido en el camino. Para hacer lo que amas y te apasiona, se necesita coraje y dedicación, para ver más allá de lo que tienes delante. Gracias a mis seres queridos y a mi ángel de la guarda por su apoyo en este viaje.